viernes, febrero 11, 2005

too much time in Texas,

la soledad, como la violencia, es una de esas cosas que encuentro profunda y conmovedoramente bellas.

hoy tuve dos momentos de acumulación ridícula de pequeñas desgracias. pero sólo uno de ellos me pasó cuando estaba sola, y por eso resuena mucho más, ahora que estoy en un cuarto caliente con música en el aire y escondiéndome de mi Tía Irene.

hoy en la tarde, se le acabó la batería al carro de Nora mientras estabamos aisladas en medio de la nada (léase: las plazas outlet). lluvia y frío y niebla. primero no pudimos entrar al carro. luego pudimso entrar, pero no apagar la alarma. luego nora pudo apagar la alarma, pero no pudo conseguir quien pasara corriente. y yo no podía quitarle el seguro a la puerta de pasajeros. first locked in, then locked out. finalmente todo se solucionó. Nora tiene grande y considerable paciencia. enhorabuena a la futura cumpleañera.

el segundo momento resonó más. venía caminando a mi casa a las ocho de la noche, a oscuras, en las cals y peleando con los centrímetos de agua que corren desde la cima de la loma. tenía un chingo de frío. mis botas y mi pantalón estaban ya empapados, y mis manos entumidas batallaban para sostener el discman y el paraguas. las coynbturas en las varillas de éste me jalaban el cabello, o los hilos de la budanda.

cuando di la vuelta en aventino, el cambio de orientación hizo que el viento se llevara una varilla del paraguas. quedó todo doblado.

dejé caer el brazo. y en la negra negra noche bajo el brillo amarillento de una luz de sodio me empapé toda de lluvia y me morí de frío. gotitas frías llegaban a mi cuero cabelludo. el viento frío se me metía entre las pestañas. los ojos me lloraron, de secos y cortados. el agua se me metió en los huesos.

dolía. toda, toda dolía.

y por un cortísimo instante estaba... estaba.

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