domingo, octubre 31, 2004

bo didley is jesus.

and he doesn't care about your chocolate consumption.

primer paso en el l proceso de preparación de brownies.
derretir una taza de mantequilla y doce onzas de chocolate en un baño maría con un chorrito de leche para que no se pegue.
para hacer más eficiente el asunto, necesitas partir los cubitos de onza de chocolate en mitades o cuartos con un cuchillo de chef, y separar la mantequilla en trozos pequeños que se derritan más rápido. esto último se puede hacer con cualquier utensilio, pero prefieres hacerlo con la mano. es al mismo tiempo agradable y asqueroso. ya en el baño maría, revuelves todo para que no se pegue ni se queme mientras se derrite. al principio, la mantequilla y el chocolate permanecen en pequeños cúmulos, el amarillo enfermizo de mantequilla aglomerándose alrededor de los oscuros cuadritos de chocolate como colesterol a un vaso sanguíneo. le das vueltas y vueltas y lo miras perder forma física. ves toda esa grasa espesa derretirse y piensas: esto podría matar a alguien. Y es cierto. si te lo tomas probablemente acabes tumbada en cama por días. Se pone más espeso y más oscuro, pequeños caminos de burbujitas doradas de mantequilla hacen espirales por el chocolate. de repente te preguntas como es que esto es legal.

recuerdas aquel artículo de Newsweek, y sabes que no es tan imposible que lo prohiban, no si los demandantes activistas gringos se salen con la suya. nunca creíste que empatizarías con los fumadores.

si los Boston Red Sox pueden ganar la serie mundial, todo puede pasar.

los caminitos dorados de mantequilla se disuelven cada vez más y te das cuenta de que llevas veinte minutos revolviendo gula líquida, desde su estado más asqueroso hasta volverse aterciopelada, espesa y rica, hedonismo en una olla en tu cocina familiar.

te sientes bruja. extrañas el gusto, totalmente distinto, que tenía este brebaje cuando lo probabas en la boca de otro.

el agua de la olla de abajo está hirviendo y sale vapor de entre ambas ollas. sacas la de arriba y pones el chocolate en la mesa de la cocina. se enfría. todo se enfría.

bajas a tu cuarto con las manos brillantes de mantequilla, como si fuera sudor que no escurre.

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