*sigh* una partecita de mí es patológicamente incapaz de soltar una controversia. a otra parte le da mucha hueva escribir, pero bueno, el underdog tiene que ganar de vez en cuando. here goes:
yo amo los discos (cosa que Joserra dice haber recordado sólo después de haber comentado...) ahem. yo no creo que Issa está bajando more than she can chew, pero en lo que se le baja la DSL rush, está obteniendo música no sólo a lo pendejo sino a lo mecánico (no porque esté bajando cosas malas o porque carezca de criterio, que definitivamente no es el caso, sino porque es demasiado rápido-world's fastest music collector). bueno, esa es mi opinión. ni ella ni nadie está obligado a estar de acuerdo conmigo, ni siquiera a tomarme en serio (aunque eso me encabrone... hablando de encabronarme: primero feminazi y ahora snob (nazi) musical... ¿desde cuando tener una opinión -incluso una controversial, incluso una elitista- te equivale a una bola de genocidas alemanes?).
Iv(eg)an dice que la música en formato físico desaparecerá pronto. como yo amo los discos, me duele estar de acuerdo, but that's the way it is. creo que cuando los futuros historiadores de la música traten de encontrarle pies y cabeza a un siglo que produjo cosas tan variadas como el swing y el ambient, como John Lee Hooker y Miss Kittin, llegarán a la conclusión de que el siglo que empezó con el gramófono en pañales mercantiles y terminó con la maduración del emepetrés fue el siglo de la música grabada en formato físico. amo los discos en parte como concesión al siglo XX, que vio nacer muchas de mis cosas más queridas (incluida yo, como todos quienes me conocen saben que iba a decir).
pero además, lo amo porque amo el ritual del disco -el lento proceso que hace de un objeto una experiencia- del cual el emepetrés carece totalmente.
I love to swing by my friendly neighborhood record store (a dying breed, I know, but I've still got one), donde conoces al dueño y el tipo de la caja te saluda de nombre, donde te hacen descuento cuando le compras regalos a ciertas personas, y donde la música es como los desayunos en Denny's: gratis en tu cumpleaños. amo las enormes posibilidades de las on sale bins, donde encontré el primer disco de Beulah -que ahora vengo a descubrir está out of print. me costó sesenta pesos.
amo llegar a mi casa ansiosa, amo desnudar a la caja de su celofán. es plenamente satisfactorio darle cara al disco al ojear su booklet y no sólo ver sus imágenes y su texto, sino encontrarse con su cuerpo; oler la tinta, tal vez, o palpar la textura, el peso y la consistencia del papel (case and point: Pieces in a Modern Style, de William Orbit, cuyo booklet no tiene otra cosa que fotos en híper-zoom de flores, pero que está impreso en grueso papel hi-gloss, como de edición de lujo de National Geographic, del que atrapa tus huellas digitales claramente y para toda la eternidad -a la CSI- y que en ciertos ángulos deslumbra como espejo...).
pones el disco en el estéreo, la grabadora o el discman como alguien pondría un ídolo en un altar. ni te fijas en tener cuidado porque el objeto mismo te obliga a tenerlo, lo inspira. todo este ritual hace del disco algo mágico, por no decir sacro, que a veces lo trato como tal.
y eso es lo que es. los objetos pueden permanecer a través del tiempo, las ondas de sonido, no. entonces, los discos son un fetiche -en el sentido antropológico, no en el sexual- de la música, un objeto que concentra y contiene todo el poder del sonido. los discos le dan cuerpo a algo efímero e intangible (en ese sentido, bootlegs>live albums>studio albums). como los fetiches, son plenamente primitivos y estamos dejándolos atrás para abrazar a los inmateriales y platónicos emepetrés (o cualquier otro formato similar). pero el primitivismo es es parte del appeal de los discos. como cualquiera que ha visto la retorcida cara de un muñeco guerrero fetiche zuni (name that pop culture reference!!) o que se ha parado totalmente apendejado frente a la estatua de Coatlicue en el MNA, los fetiches no pierden su aura de poder cuando pierden nuestra fe o nuesta atención . no realmente.
por supuesto, este placer ritual es gourmet. yo misma no lo he podido disfrutar tanto como quisiera últimamente (y cuando pude, la maldición sobre DFA, o el mal de ojo de Issa, o goleech o quien sea, hizo que se rajara el bordecito del disco dos de tres de mi DFA Compilation #2, haciéndome perder mis dos rolas favoritas de una compilación con treinta, que, por supuesto, I'm not about to replace any time soon). cuando tengo para pagar el precio, no dudo en hacerlo, como no dudo en comprar ropa de lino, o en comer en restaurantes de nouvelle cuisine, aunque las ocaciones para hacer cualquiera de las tres cosas sean pocas o casi nulas. no estoy segura de que lo mismo sea cierto de Issa, que, por ejemplo, tampoco compra libros, en general.
esto último no es una crítica. far be it for me, con mis dieciseis gigas de rolas, to speak ill of empeethrees or the people who hoard them. aunque muchos de mis emepetrés son de cosas que no se consiguen por acá, otros tantos son simplemente discos por los que no pagaría aún si tuviera el dinero. yo también dependo de este medio de difusión más "populista"-que requiere que compres un aparato electrónico relativamente costoso y que contrates acceso a internet de relativa velocidad para que la acumulación de emepetrés no sea torpe y lenta. (en populismo nada le gana al radio, que la señal es gratis y los aparatos son tan baratos que los regalan cuando hay promociones en el campus. lástima que las estaciones apesten tanto últimamente).
y en este asunto económico, visto desde el punto de vista de las bandas, todo se reduce a que my money equals their evolutionary success. me agrada premiar a los músicos que hacen algo que me agrada al apoyarlos con mi lana, when I can spare it (which is not that rare, when I look at it lucidly). claro que Bono no necesita mi apoyo, y tal vez tampoco Isaac Brock, pero Sean Toleffson, o Kid Millions definitivamente sí. al subsecuente argumento de que son las disqueras -incluso las independientes- las que se quedan con la lana, digo lo mismo. Geffen (que ningún bien le ha hecho a nadie), o Matador o Merge, incluso, no necesitan mi dinero. lo mismo no es cierto de Jagjaguwar (we depend on word of mouth: give us your hearts and minds), Acuarela, o Magic Marker. quiero que estas disqueras sigan dándome música que me gusta de artistas que me gustan; no me molesta mantenerlas.
¿presumir discos? bueno, adquirlos -y adquirir mis emepetrés también- me ha costado tiempo, esfuerzo, algo de habilidad, y bastante suerte. presumo de ellos como presumo de todas las cosas que he adquirido con tiempo, esfuerzo, algo de habilidad y bastante suerte (que no es mérito mío, pero que no todo mundo tiene). eso no me parece infantil en absoluto.
extraño el concepto de indie cred. no en sí mismo, que es un concepto no sólo elitista sino mamón hasta lo self-defeating, y porque estoy perfectamente conciente que en su heyday, hubiera sido usado para excluirme mal pedo. lo que extraño era su deseo quijotesco y realacadémico de preservar autenticidad, lo que extraño es la pureza híper concentrada que destilaba de la música y de la gente, como esa ceremonia japonesa que utiliza camiones enteros de pétalos de crisantemo hechos pastillita de incienso.
a pesar de esto, no se necesita decirme que deje que "los chicos" se acercen a la música -por emepetréss o por internet radio o como sea- y no a los discos: ni "los chicos", ni Issa, ni Jaime Garza ni nadie necesita que yo le "deje" hacer nada. yo me limito a lamentar la pérdida de una manera de acercarse a la música que creo es particularmente placentera. file sharing no matará a la música, no matará a la industria de la música, pero claramente está matando a la grabación comercial en formato físico. está matando al disco. ya ningún chavo se emocionará al poner un mítico forty-five en el tocadiscos. las parejas intercambiarán cds quemados en vez de cassette mixtapes hechas sentados junto a la cama con una radiograbadora. nadie se encabronará por un vinil que se derritió porque algún pendejo lo puso junto al calentador. yo lloro sobriamente por ello.
(y al argumento befesco de que estoy sacralizando y solemnizando algo que debía ser irreverente, digo: bah! no se puede desacrar sin lo sagrado (y ¡qué divertido es desacrar!) y no hay ironía sin solemnidad. déjenme adorar plenamente a lo que se me dé mi regalada gana. soy atea y no tomo alcohol, en algo tengo que tener fe...)
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adición a la lista de rolas que me gustan por las que mis amigos se burlarían de mí: "One Word" de Kelly Osbourne. no me importa. it's still synthelicious.
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